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Silvia Molina

Guadalupe Loaeza
SIEMPRE ESTARÁ PARIS…
Esta obra es la crónica
anecdótica de la ciudad
luz, París. En ella, grandes
personajes se convierten
en hombres y mujeres de
carne y hueso para venir
a nuestro encuentro.
Incluye 1 CD.341 págs.
Nº 224065
Guadalupe Loaeza

LOS DE ARRIBA
¿Cómo era la 'gente bien' en el México del siglo pasado? ¿Cómo son ahora? ¿Cómo se comportaban antes y cómo lo hacen actualmente?
¿Cómo han cambiado sus intereses, sus valores, sus diversiones y su visión de México? 316 págs.
Nº 232012
Guadalupe Loaeza

POR LOS DE ABAJO
Un retrato del proceso de
democratización y de la lucha contra la desigualdad social de los últimos veinte años, en nuestro país; con el estilo único de Loaeza. 490 págs.
Nº 232024

Guadalupe Loaeza

SIMPLEMENTE MARTITA...
El retrato que pinta el libro de Guadalupe Loaeza sólo refuerza la imagen de un
presidente débil, saboteado por la oposición y anipulado por su mujer.
Para quienes ya pensaban que Vicente Fox le había arrendado la presidencia a
su esposa, el libro de Guadalupe Loaeza sólo confirma esa impresión. 217 págs.
Nº 232019

   

Por Susana Garduño

La férrea estructura gris y plata del edificio posmoderno, contrasta casi violentamente con las casas de estilo Neo-colonial y Art Nouveau de la Colonia Roma y con el parque al cual rodean; remembranza del que fuera un reducto de la “aristocracia porfiriana” y de la burguesía citadina de mediados del siglo XX.

Se diría que la casa de Guadalupe Loaeza, podría ser la alegoría de lo que ha representado su obra en las letras mexicanas: una aguda contrapropuesta a las aspiraciones e ideales de la burguesía. Sus muros espejados devuelven la imagen de ese mar de fantasías y preconceptos para hacerlos ver tal cual son: pétreos e inmóviles ante el avance de la historia.

La autora de Compro, luego existo y Debo, luego sufro , salió a recibirnos con la cordialidad que la caracteriza y conversó amenamente con Club de Lectores sobre la lectura, los libros, la vocación de escribir y de leer.

El nacimiento de su vocación literaria

¿Cómo la descubro? Creo que porque me gusta mucho platicar. Tiene que ver con la comunicación, con contar historias, estar rodeada de gente, tiene que ver con El Otro . Uno escribe para El Otro .

Descubrí mi vocación escribiendo larguísimas cartas, que era una manera de platicar por entregas. Tuve oportunidad de estudiar en el extranjero, tanto en Canadá como en Francia, y a mis amigas les gustaban mis cartas; se divertían con todo lo que les platicaba. Y de pronto mis amigas me decían, dice mi papá (o mi mamá) que me escribas más seguido porque leemos tus cartas a la hora de la comida. Me sentía halagada pero también asustada porque decía: ¡Qué barbaridad! Ahora no sólo me dirijo a mi amiga, sino a su familia.

Escribir también tiene que ver con una manera de ser observadora, o tal vez que provengo de una familia numerosa. La vocación de escribir es algo que se trae con uno, pero de pronto se descubre. Creo que el día en que me presenté a las oficinas del periódico unomásuno y pedí colaborar en él, tenía una cita con el destino: con la escritura.

Su primer libro

Empecé publicando crónicas en el periódico en 1982. Hacia 1985 publiqué la recopilación de esas crónicas cuyo título Las niñas bien , gustó mucho y llamó la atención.

A partir de ahí fue un cambio “gruesísimo” –como dicen las niñas bien– porque tuvo que ver con muchas cosas en mi vida, no nada más un cambio vocacional, sino de vida, de proyecto, de perspectiva, muy interesante.

Un concepto diferente por describir: Los fantasmas y las fantasías de la burguesía mexicana

Ya Elenita Poniatowska había hablado mucho sobre esto, también Rosario Castellanos y María Luisa “La China” Mendoza. Pero yo comencé en un periódico de oposición, entonces las crónicas cobraban otro sentido y otra intención.

Ahora ya he escrito más de 20 libros, cuentos, ensayo narrativo y una novela. Escribo prácticamente a diario. Colaboro tres veces por semana en el periódico Reforma además de textos para otras publicaciones.

Sobre qué escribir

En la actualidad estamos muy consentidos los comunicadores por todo lo que pasa. Tenemos temas… yo a veces me siento frente a la computadora y digo: tengo tres temas, ¿de cuál voy a hablar? Es contar lo que sucede, lo que pasa, lo que está en el aire. Hay muchos temas sobre que escribir. Se puede escribir de todo, acerca de todo, a propósito de todo, lo importante es la forma en que usted lo va a escribir.

Puede escribir acerca de las cosas más anodinas, cotidianas, sin importancia, pero: ¿cómo va a presentarle al lector lo que quiere contar? Eso es lo más importante: la forma, investigar, leer muchos periódicos, hablar con mucha gente, estar en contacto con otros periodistas, ir a las universidades. Eso es parte de mi trabajo. Se podría decir que escribo 24 horas al día. No paro, cuento mis sueños, cuento mis viajes… en fin, se vuelve un reflejo natural.

México país de lectores

Creo que México sí es un país de lectores. Se dice que no se lee, pero yo creo que sí. Bueno, veamos los millones de ejemplares que se venden de historietas, se leen los cómics, ¿no? La gente sí lee. Desafortunadamente no se lee tanto como en otros países y no hay tantas librerías ni bibliotecas, el libro está muy caro… Habría que inculcar más el hábito de la lectura, y hacerlo desde muy jóvenes, no hasta los quince años, ¡no! Diría que un niño tiene que ver a sus padres leer. En su casa tiene que haber libros y deben estar en un lugar privilegiado.

Me acuerdo que a mis hijos, desde chiquitos, les leía cuentos de Cortázar. Ahora ellos son amantes de este autor. Pero creo que sí se lee en México, no soy pesimista. En nuestro país hay una tradición por los libros, que se refleja en las ferias del Palacio de Minería, de Guadalajara –que es muy importante– y la del Metro, entre otras. Además hay muchos jóvenes publicando constantemente. Entonces, creo que sí se lee.

La lectura en el desarrollo de la personalidad

Leer es fundamental. Es punto de referencia, da argumentos. Hace viajar la mente y la imaginación. Hace posible entender nuestra realidad y el momento que estamos viviendo. Leer historia nos hace reubicarnos. Es un ejercicio mental extraordinario, se enriquece el vocabulario y ayuda a la reflexión. Se vuelve uno más divertido si lee porque tiene más cosas que contar. Se humaniza uno más. Se es más feliz. Decía Simone de Beauvoir, que el día que descubrió la biblioteca en su casa, se dijo: “tengo la felicidad garantizada”.

Para comenzar a leer

Habría que empezar por escritores y obras no muy complicados. Les diría que leyeran a Jorge Ibargüengoitia, nos pinta de cuerpo entero y es muy humoroso, a Augusto Monterroso, que hace textos muy pequeños pero muy amenos y concisos, a Juan Rulfo, sus cuentos de El llano en llamas son preciosos. Les diría que empezaran por el cuento. Están los cuentos clásicos de Edgar Allan Poe. Elena Poniatowska tiene una literatura muy entrañable. Leer a Carlos Monsiváis, sus crónicas, con esa enorme capacidad de observación.

También podrían empezar con la poesía, de Jaime Sabines que es una poesía muy cercana. Si un lector no es muy ávido, le diría que empezara con autores muy mexicanos y cosas sencillas. No exigirse mucho, no abrumarse, leer una página y luego dejar… pero sí leer. Es como el ejercicio físico que al principio cuesta trabajo y de pronto, surge naturalmente.

Consejo a jóvenes escritores

En primer lugar les diría que escriban lo que sea: una hoja diaria, aunque sea una frase, que no lo dejen de hacer, que se atrevan, que vean mucho cine, que vean la tele… que se informen, que no se preocupen por la forma, que se lancen, que no se queden nada más con el deseo.

Un ejercicio que a mí me resultó, fue seguir un consejo de Don Manuel Buendía, gran periodista asesinado hace muchos años. Él nos decía que mandáramos cartas a la sección de correspondencia de los periódicos y si se publicaban era porque estaban bien escritos, eran originales o tenían su chiste. Empecé así en el unomásuno , escribí varias cartas a propósito de una obra de teatro, de una injusticia que había leído en los diarios, de una queja, de una denuncia. ¡Y me publicaban mis cartas! Entonces yo decía: ¡Ah, caray, entonces no han de estar tan mal! Y ese es un buen ejercicio que les recomendaría a los jóvenes.

   
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