Una casa blanca con puertas de madera de roble es el hogar de Margo Glantz, escritora, lingüista y estudiosa del siglo XIX mexicano. Ella está ocupada revisando las pruebas de unas litografías que serán usadas para la edición de una obra que actualmente supervisa; sin embargo, regala a Club de Lectores unos minutos de su tiempo. Al interior de su casa, el folclor europeo y el nacional se entretejen con un exquisito buen gusto, probablemente como consecuencia y reflejo de la encrucijada cultural que envolvió la vida de la autora y que se cristalizó en su novela Las genealogías. Las genealogías es una historia familiar... una autobiografía novelada. Para mí es un libro importante, la percepción de la Ciudad de México a través de los ojos de unos inmigrantes -y a través de los míos que fui su hija-, en contraste con el país del que vinieron, Ucrania. Es un montaje entre la visión de la infancia y la juventud de mis padres en Europa y su adaptación a México, antes y después de que naciéramos mis hermanas y yo aquí en México; debe de haber sido raro para ellos tener hijas en cierta medida extranjeras a sí mismos... Margo Glantz, al igual que muchos intelectuales, se preocupa por difundir el gusto por la lectura.
Al preguntarle sobre el programa Hacia un País de Lectores, que actualmente impulsa el gobierno, responde:
Ojalá se hiciera una promoción de la lectura, pero hay una polarización entre el deseo y la realidad... Tiene que haber proyectos que se dirijan a las diferentes posibilidades de lectura que hay -propone Glantz, y cita como ejemplo la Guía para padres que, a juicio suyo, es inapropiada por estar demasiado ideologizada y no ser laica-. ¿Por qué no hacer una guía de lectores, ésa sí, laica, menos ideologizada? Se debería hacer un trabajo mucho más profundo aprovechando esos canales, como guías de lectura, con grupos de profesores y escritores que vayan a enseñar a leer a los niños (y a los profesores) en la primaria, la secundaria, en las preparatorias; que se intensifique el interés por la literatura infantil y juvenil, para que se siga escribiendo y se creen secciones especiales en las editoriales para los niños y los jóvenes, como las publicaciones que se hacen, por ejemplo, en Chile y en Argentina, ya no en Europa y Estados Unidos. Es necesario mejorar los canales más adecuados de distribución y promoción: hay antecedentes importantes, Felipe Garrido con El ermitaño, Daniel Goldin en el Fondo de Cultura Económica, los libros para niños de Alfaguara, etc. El éxito de libros como Harry Potter demuestra que hay un potencial enorme de lectores jóvenes y que cuando se producen libros que atraen la atención de los niños y los adolescentes, la televisión no constituye un obstáculo que impida la lectura juvenil.
La escritora reflexiona sobre las acciones que le parecen necesarias para impulsar un país de lectores
Por ejemplo, modernizar y digitalizar las bibliotecas que existen en México; propiciar que se brinde en ellas un mejor servicio, y sugiere que para alcanzar este propósito podríamos volver la mirada hacia célebres creadores literarios, quienes han sido siempre grandes lectores. Gente como José Emilio Pacheco y como Carlos Monsiváis fueron siempre lectores de poesía y desde niños aprendieron a leerla y a memorizarla, una de las prácticas que han caído en olvido y que con la computación pueden desaparecer. La memoria y la lectura van juntas, pero es necesario propiciar un ejercicio de memoria dinámica, creativa, inteligente.
Entonces, ¿cómo hacer para que los niños y jóvenes sean grandes lectores?
Que lean a los grandes escritores del siglo XIX, que lean el folletín francés, el mexicano, los libros de aventuras, de viajes, los mitos...
¿Si usted creara una guía de lectura para los niños mexicanos, qué libros incluiría?
Y bueno, los libros clásicos, los tradicionales, los cuentos de hadas siguen siendo muy importantes. Distribuir cuentos de las diferentes etnias... Hay libros que hacen que los niños busquen las lecturas, que les llamen la atención. Historias como Un capitán de 15 años o Dos años de vacaciones, de Julio Verne; Los tres mosqueteros, de Dumas; más tarde Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, por ejemplo. Varios autores, agrega, han publicado importantes libros para niños, y cita entre ellos a Juan Villoro y Francisco Hinojosa.
Numero 5
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