El doctor Lorenzo Meyer nos recibe, justo el día de su cumpleaños, en su cubículo de El Colegio de México, un lugar lleno de libros, máscaras, estatuillas y figuras de búhos de distintos materiales (símbolo de la sabiduría), un ambiente ideal para comprender el México real y actual.
Doctor Meyer, usted trabaja dos vertientes: una de historiador y otra de politólogo. ¿Cree que hay alguna manera especial para enseñar la historia y sobre todo en este año 2010 que se conmemoran el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana?
La respuesta puede ser muy sucinta o puede ser terriblemente larga. Trataré de hacerla cortita. No hay una fórmula para lograr una historia científica. En realidad estamos siempre revisando el pasado y, por lo tanto, tendremos nuevas historias sobre lo mismo. Pongamos por ejemplo la Guerra de Reforma en México. Cada vez que sale un nuevo libro de historia tendremos una nueva versión del mismo hecho. La visión tanto del historiador profesional como la del ciudadano común y corriente cuando piensan en el pasado, que no es muy seguido, se colorea por los problemas que tiene cada quien en el presente; y como el presente siempre está cambiando y los problemas están saliendo todo el tiempo, entonces somos nosotros los que le pedimos al pasado respuestas diferentes conforme corre el tiempo. Por ello, un maestro debe de estar consciente de que nunca podrá darle a sus alumnos la misma historia, por ejemplo, ahora que hablamos de centenarios, de la Independencia de México o de la Revolución Mexicana. Siempre será una historia nueva. Insisto, como el presente tiene problemas nuevos, entonces le hacemos preguntas que queremos que el pasado nos responda para explicarnos a nosotros mismos ahora. Hay dos formas de ver el pasado. Los historiadores más conservadores señalan que el gusto por saber qué pasó antes de nosotros es un gusto casi estético, es porque sí. Otros dirían que siempre hay una pregunta interesada, que nuestra mirada está cargada de prejuicios, de valores, de intereses de nuestra propia nacionalidad, de nuestra clase, del Estado en el que nacimos, etc. Todo eso conforma una visión del mundo y se la pasamos a la visión de lo que sucedió hace muchos años. Cuando un profesor invita a sus estudiantes a estudiar y recorrer el pasado para que entiendan por qué están aquí y en las condiciones en que están, lo hace quiera o no quiera, con un sesgo, no hay posibilidad de una historia objetiva. Hay una obligación, ésa es la parte interesante, no sólo de la historia, sino de todas las ciencias sociales: aunque sepamos que no es posible alcanzar la objetividad tenemos que alcanzarla, hay que intentar alcanzarla sabiendo que es imposible. La calidad de un historiador está en ese intento por alcanzar la objetividad, siendo consciente de las técnicas actuales, cómo está el estado de la disciplina en el mundo, qué documentos tomamos y qué información ofrecemos. Debe haber un compromiso con la verdad. Pero, como hay varias verdades, ahí entra la subjetividad. Yo, por ejemplo, me declaro abiertamente partidario de estudiar las relaciones de México con el mundo exterior, particularmente con Estados Unidos de América. Ésa es una manera de que tenga efectividad mi sentimiento antiimperialista. Entonces tomo partido por México, un país periférico, pobre, al cual la historia no lo ha tratado muy bien en esta relación con las grandes potencias, y escojo los momentos en donde se ve claramente la brutalidad del imperio sobre nosotros. Por eso debo ser cuidadoso y equilibrado en juzgar a las partes que entran en el asunto y cómo utilizo los datos. No se puede ser imparcial.
Entonces, ¿la historia son los hechos que han sucedido? ¿Y éstos están mediatizados por la mirada del historiador?
Nosotros, como historiadores, no sabemos ni se puede saber verdaderamente qué sucedió. Hay muchísimas variables que entran en el análisis de los hechos. Hay que saber cuántas cosas fueron accidentes y cuántas fueron deliberadas. Los hechos ocurrieron y jamás alguien volverá a recrearlos. Pero hay que intentarlo. La historia es para una nación, para un pueblo o para una comunidad como la memoria para los individuos. El pasado es una manera de aprender a hacer frente al presente. El pasado usado de manera inteligente evita caer en errores, impide que tropecemos con la misma piedra tanto para las personas como para las sociedades.
La historia, en resumen, es un instrumento para comprender la cultura en general. ¿Por qué se daban fenómenos similares en distintos lugares o países del imperio español en América sin tener la tecnología que tenemos hoy?
La razón exacta es complicada, pero una versión parcial es que España perdió su independencia y eso se reflejó en el resto de América. Los franceses hicieron que el rey de España perdiera su trono. En todos los países había un grupo criollo que se sentía excluido por un pequeño grupo burócrata enviado de España. Se dio por primera vez la posibilidad de crear una estructura más o menos soberana y así chocaron los intereses peninsulares con la elite criolla y se destapó en todos lados igual y esto fue así a consecuencia de la invasión napoleónica de España en 1808. La reacción mexicana es interesante, porque fue el primer país que desde el primer momento de iniciado el movimiento dejó en claro de que se trataba de una lucha de clases y racial. Un cura de provincia con oficiales que no eran militares de carrera, sino criollos ricos de la región, adquirieron los grados militares por su riqueza; todos provincianos que conspiraron. Cuando su conspiración fue descubierta por la autoridad virreinal y ante la disyuntiva de tener que responder ante un tribunal que podía condenarlos a muerte o llamar en su favor a las clases subordinadas, decidieron optar por este camino sin saber lo que hacían. Esto también fue por la riqueza mineral con una demografía densa; estos territorios tan exitosos como colonias eran de explotación de riqueza mineral y mano de obra nativa. Apenas a fines del siglo XIX los países se convirtieron en Estados - Nación reales.
Doctor Meyer, saltemos un poco en el tiempo porque me gustaría hablar de la Revolución Mexicana. Desde su perspectiva. ¿qué hacemos? Es decir, ¿la celebramos?, ¿la festejamos?, ¿la conmemoramos?, o ¿la recordamos?
Parto de cifras duras. La empresa Consulta Mitofsky hizo una encuesta a fines del 2009 para saber a qué estaban más dispuestos los mexicanos y qué les entusiasmaba más de la celebración. Cuarenta y tanto por ciento estaban a favor de celebrar ambos eventos. Otro cuarenta y tantos por ciento quería celebrar básicamente la Independencia y sólo un once por ciento dijo que tenía preferencia por la Revolución Mexicana. ¿Por qué tan mal cartel? Si la Independencia finalmente no la ganaron los independentistas. El México desde 1822 hasta 1867 fue un desastre para todos y luego se convirtió en un sistema autoritario con Don Porfirio. La Revolución Mexicana duró nada más 10 años. Empezó la reconstrucción hacia 1920. Sin embargo, la estabilidad que vino con la Revolución fue la estabilidad autoritaria, ya no de una persona, como en el caso de Don Porfirio, sino modernizada y ésa es la explicación. En el siglo XX, México es el país que tiene el sistema político más estable de América Latina y quizá del mundo. El nuevo régimen comenzó con la Constitución de 1917, cuando más o menos ya pudo haber un gobierno centralizado. De ese grupo que tomó el poder, salió el PRI en 1929 y gobernó hasta el año 2000. Se trata de un arco temporal de 84 años dominado de manera no democrática a pesar de que la Revolución enarboló la bandera del principio de sufragio efectivo. Se entregaban el poder por herencia, hasta que las urnas lo quitaron en el año 2000. Por eso la Revolución Mexicana está en la población como el origen del PRI y el PRI toma a la Revolución como su punto de legitimidad. Pero el PRI no tiene legitimidad respecto al recuerdo que tenemos de la Revolución. Los líderes caudillos más recordados de la Revolución Mexicana son Zapata y Villa, y la población mexicana se identifica con Zapata.
¿Qué papel desempeña la sociedad civil?
La Revolución Mexicana en materia de educación, por ejemplo, se pudo sentir orgullosa de lo que hizo. Los gobiernos de la década de 1920 mostraron al mundo con enorme orgullo, incluso antes que la reforma agraria, el cambio que se produjo en la educación. Fue un cambio cultural, fue haber hecho, con Vasconcelos, que la Secretaría de Educación Pública fuera un motor de transformación de la imagen que los mexicanos tenían de sí mismos. Patrocinaron la escuela de pintura mural, entre otras. Se puso énfasis en las escuelas rurales. También se reforzó la educación laica. Se puso en marcha la educación socialista por parte de Calles, y el general Cárdenas la mantuvo y apoyó. En la escuela estaba montada la mejor parte de la Revolución en la década de 1920 y en la siguiente se alineó codo con codo la reforma agraria con la educación. Había un compromiso del educador con el país y con la transformación. Creo, por último, que tenemos que hacer un esfuerzo colectivo para lograr un cambio en las instituciones que beneficie la educación y así alcanzar un desarrollo sano en este siglo XXI.
Numero 32
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