En la cafebrería El Péndulo de la colonia Condesa, rodeados de libros, música y platillos exóticos, platicamos con Óscar de la Borbolla. Compartimos nuestros quehaceres y manifestamos el motivo de la entrevista: acercar los escritores mexicanos a nuestros lectores.
Óscar, cuéntanos de tu vida, tu vínculo con la escuela, tu relación con los maestros. Yo empecé a relacionarme con maestros desde que nací. Mi mamá era maestra de primaria y mi abuela también.
Aprendí a leer desde muy pequeño. Cuando tenía 5 años, mi madre se enfermó de una embolia y me volví una especie de lazarillo. En las tardes le leía libros de poemas. Había un par de ellos que me llamaban mucho la atención. Uno era El álbum del corazón, de Antonio Plaza, y el otro, Rimas y Leyendas, de Ramón de Campoamor. Se los recitaba, y aunque de tanto leerle me los aprendí de memoria, yo los entendía muy poco debido a mi corta edad. En el caso de Antonio Plaza -que es un poeta maldito de la generación de Juan de Dios Peza, a fines del siglo XIX, que habla de prostitutas, de verdugos, de un odio acerbo contra la humanidad- era muy gracioso que un niño de mi edad recitara esos poemas. Este poeta maldito hizo que me iniciara en la lectura y escritura, por lo que desde niño comencé a escribír poemas. Cuando estaba en la secundaria, ya tenía bastante oficio para hacer acrósticos y a mis compañeros de clase les cambiaba mis acrósticos para sus novias por tortas que llevaban para almorzar durante el recreo. En ese entonces puse mi puesto de hacedor de acrósticos.
¡Qué bien! Entonces quizá la influencia de estos inicios con los poetas malditos tiene que ver con los títulos de tus libros, tan cargados de ironía...
El humor que yo practico tiene, como fuente que lo alimenta, un desencanto hondo, grande, profundo. No veo la vida de manera risueña. El desencanto metafísico, del que hablo en mi libro Filosofía para inconformes, es la clave de mi humor; con él fulmino todo y, por ello, la ironía, el sarcasmo, el humor negro me salen de forma natural. A mí me parece que el mundo está mal hecho y no sólo porque los hombres lo hayamos empeorado, sino mal hecho de origen: como si los últimos retoques del universo hubieran sido plasmados con una gran perversidad. El único manifiesto que observo en el mundo es la maldad manifiesta: muerte, entropía, crueldad innecesaria.
¿Por todo esto estudiaste filosofía?
Estudié filosofía porque siempre tuve una preocupación enorme acerca del origen de la realidad, el origen del ser, y las explicaciones religiosas me resultaban, desde niño, pueriles. Entonces tuve que ir a la filosofía a buscar respuestas mejor elaboradas. Ése fue el motivo de mi vocación hacia la filosofía. De hecho, hay una cuarteta de Antonio Plaza que fue mi despertador, mi detonador. En un poema a María, la del cielo, le dice, hablándole de tú a tú: Si siempre he de vivir en la desgracia, ¿por qué entonces murió por mi existencia? Si no quiere o no puede hacerme gracia, ¿dónde está su bondad y omnipotencia? Este planteamiento cuando se me reveló en la infancia, me permitió asistir de una manera diferente a las clases de doctrina que promovía mi tía, que era monja. Esto despertó mi avidez por la filosofía.
Entonces, ¿tú buscas una nueva forma de dar un mensaje provocativo?
Bueno, hay en mí una especie de inconformidad básica; a mí el mundo nunca me ha gustado como está. Me he dedicado a escribir para suplantar este mundo con palabras. Vivo más a gusto dentro de la historia comprendida en un libro que en este mundo, y conste que tengo una vida agradable; pero, no obstante, es aburrida como la vida de cualquiera ya que cada quien arma su propia cotidianidad y ésta se repite y se repite. Es raro que en la vida haya momentos espectaculares. En cambio, en la literatura todo está editado, sólo se cuenta lo excepcional, veo que hay vidas más intensas y por eso me encanta leer.
¿Tú crees que debemos novelar la historia o hacer cuentos con temas históricos?
Confieso que todo lo que sé de historia de Francia lo aprendí de Alejandro Dumas. Yo creo que una manera de acercar los hechos históricos y hacerlos vivir al lector es la literatura. Los novelistas históricos hacen un acercamiento maravilloso porque filtran datos dispersos y nos los presentan armonizados y aunque no tengan la exactitud de un libro de historia, de todos modos son una nueva verdad. Hay una anécdota del filósofo Voltaire quien fue, además de muchas cosas, un divulgador genial: él, después de visitar Inglaterra, se quedó impresionado por Newton y se le ocurrió novelar el momento en el que Newton descubrió la ley de la gravedad. En su relato sentó a Newton debajo de un manzano y describió que una manzana le caía en la cabeza. Esta imagen se tiene por cierta en todo el mundo actual, pero es un cuento, un chisme de Voltaire a propósito de Newton y, no obstante, se convirtió en lo más emblemático de Newton. Si no es verdad, merece ser verdad.
Tú, en tus relatos, das por verdaderos acontecimientos históricos que no sucedieron; cuéntanos por qué.
Mira yo he curioseado en muchas disciplinas y por mi formación de filósofo he leído muchos libros. Uno de ellos es el de Charles Renouvier, un filósofo francés. Él define el concepto de "ucronía" como la historia no de cómo fue el pasado, sino cómo podría haber sido. "Si el pasado ya no es y lo que uno imagina no es, por qué no confundirlos", me dije. Durante varios años tuve una columna periodística a la que puse por título "Ucronías", y durante más de diez años me dediqué, en varios medios, a difundir noticias falsas. Jamás levanté infundios a nadie; pero di por reales acontecimientos que muy seguramente ocurrirán en el futuro, sobre todo en el campo de la ciencia. Los contenidos, en vez de dármelos la realidad, me los daba la imaginación y yo los disfrazaba con los subgéneros del periodismo: reportajes, entrevistas, artículo de fondo...
¿Entonces, tú crees que hay que propiciar la imaginación para ser creativos?
Sí, te cuento algunas de esas ucronías. Una vez, harto de que la gente usara las marcas importadas y luciera nombres extranjeros, se me ocurrió inventar a una modista, Maria López. Esta modista inexistente creaba prendas cuya peculiaridad era que las telas estaban estampadas con láser y los hologramas, por ejemplo, hacían más esculturales las siluetas. Había una línea de corsetería fina, y ésta hacía que un gordo pareciera más escultural; fue tal el éxito de mi texto, leído como noticia verdadera, que luego me buscaron de varios almacenes de prestigio para que yo los pusiera en contacto con la modista... Esto era muy divertido.
Me gustaría preguntarte si la ficción de tus cuentos tiene distintos niveles; ¿es ésta una forma de escribir? Esto quizás genera cómplices en tus lectores. ¿Te interesa que tus lectores sean tus cómplices?
Sí, es una forma de escribir y, por supuesto, me interesa que cuando me lean disfruten; unas de las cosas que me gusta de esta revista / catálogo Club de Lectores es que los lectores se acercan a los escritores, a los autores. Y, además, por la difusión que hacen de los libros y de la lectura. La lectura consigue que nos volvamos más sensibles, más críticos, incluso más inteligentes. Yo no escribo sólo para mí sino para los demás; para que cualquiera pueda disfrutarlo y por eso procuro que mis historias sean intensas, que los tratamientos sean llamativos, me gusta mucho la visibilidad de los textos. Y aunque me dedico a la experimentación literaria y hago cosas como escribir con una sola vocal, por ejemplo, o armo estructuras estilísticamente complejas, nunca pongo en peligro la inteligibilidad del texto; mis experimentos tienen como límite el que sean comprendidos, para mi literatura es comunicación.
¿Cuál sería tu mensaje a los maestros sobre la literatura?
Los maestros y yo tenemos una misma meta: que la gente sea mejor, y para eso debe aprender dos cosas en esta vida: a leer y a escribir. Despertar el amor y la dedicación a la lectura es abrir el mundo a los niños y a los jóvenes. En ese sentido los maestros y yo intentamos lo mismo. No hay que tenerle miedo a los libros ni usarlos como un castigo: la lectura es de los placeres más disfrutables. Hay un libro mío en la Biblioteca de Aula, Las vocales malditas. A quienes se han asomado a él les ha parecido divertido y muy estimulante para los jóvenes, pues cada cuento está escrito con palabras que sólo tienen una única vocal. Por ejemplo: "Los locos somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol; no somos lo morboso, somos lo no ortodoxo, lo otro".
Numero 30
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