La revolución que Fidel Castro no pudo conquistar fue ella. Así se refiere el diario español El País a Isabel Custodio, quien en esta ocasión recibió en su hogar a Club de Lectores para hablarnos de sus dos novelas más recientes: La Tiznada y El amor me absolverá.
La Tiznada es una dama que se ve involucrada en "la bola". ¿Cuánto de Isabel Custodio hay en ella?
Ah, ¡no!, todo el mundo me dice que es mi retrato, pero les digo que no, para nada. Ella sabe mucho de medicina y yo no sé nada. Me documenté mucho para escribir esta novela porque es histórica. Está ubicada en el siglo XIX porque ella es una mujer que nace a mediados del siglo XIX. Todo lo que pasa en la novela es de ese periodo: el armamento, el tipo de medicina, lo que se usaba. Es un personaje ficticio. En total hay siete personajes ficticios creados por mí en la novela. Los coloqué en un contexto histórico real. Lo que está ocurriendo es completamente real, pero sólo aparece como telón de fondo. Mis personajes nunca se codean con los personajes famosos que todos conocemos de la Revolución. Sí se habla de ellos, se mencionan en tres o cuatro ocasiones, pero nada más para ubicar al lector en el proceso que se está desarrollando y en la ciudad en que ocurre. Porque la novela transcurre todo el tiempo en el interior de un tren. Entonces las ciudades están ahí al fondo. Lo que me gustó retratar en esta novela es al pueblo. Porque fue el pueblo el que verdaderamente hizo la Revolución. "La carne de cañón", como le llaman. "La Tiznada" es una mujer que ha estudiado, es una científica, pero también la pongo para mostrar cuán difícil era todo en esa época para una mujer, hacer las cosas que estaban vedadas - y que siguen estando vedadas- para las mujeres y a las que sólo tenían acceso los hombres. Después de haber estudiado cirugía en las mejores universidades de Europa, nunca le dieron el título de cirujana, porque, como no existía... ¡cómo iban a escribir el título para aceptar a una mujer como cirujana! Era decirle "Pues usted estudie aquí, haga lo que quiera, pero nosotros no le podemos reconocer eso". Además, retrato la injusticia social del momento, la carencia de oportunidades, la semiesclavitud en que vivía el pueblo de México... Se parece mucho a lo que estamos viviendo hoy; cien años después no se ha avanzado mucho.
Pero ella encuentra realización en el servicio que hace, ¿no es así?
Sí, claro. Lo que quise mostrar -y por eso es una mujer madura- es que a las mujeres maduras no les permiten contribuir en esta etapa de su vida. Se tienen que retirar. Eso es lo que la sociedad hace con nosotras, las mujeres maduras. Claro, lo que la sociedad quiere y busca de la mujer es el "horno" donde se fabrica al ser humano que quiere el hombre; pero una vez que ya les fabricaron a ese ser humano y lo educaron y ellas lo sacaron adelante (porque son ellas quienes sacan a los hijos adelante)... pues ya... la sociedad les dice: "Ya no te necesito más, tú vete a un rincón y a ver qué haces con tu vida". Entonces la muestro como una revolucionaria dentro de una revolución. Primero por lo que hace, el tipo de vida que tiene, el trabajo que le ha costado llegar y luego que ahí, claro, tiene un reconocimiento. Es decir, que tiene un reconocimiento porque el trabajo que hace es bestial. Estar operando 20 horas seguidas, cociéndoles las tripas a todos esos pobres que de otra manera se hubieran quedado ahí tirados, en el campo, "a la buena de Dios".
¿Por qué la Revolución?
Primero porque es una época que a mí me gusta mucho como hecho histórico. Y luego por todo lo que se puede dar. Sólo en la Revolución se pueden encontrar personajes como los que presento, que son absolutamente insólitos. Y sólo en la Revolución el lector puede decir: "Sí, yo creo totalmente en esos personajes, creo que sí existieron". ¿Por qué? Porque están en ese contexto. Es un momento de efervescencia donde todo mundo saca lo que tiene guardado dentro de sí, porque está en juego la supervivencia.
En el mundo actual, ¿la mujer todavía puede encontrar estos obstáculos como los que enfrenta "La Tiznada"?
Sí, pues claro. Yo los viví, es más, los he padecido. Ésta es la condición de nosotras, las mujeres. Hemos ido ganando espacio, pero muy lentamente. Nos está costando mucho trabajo, pero ahí vamos.
¿Qué papel cree que desempeñan los libros en la evolución de la mujer en la sociedad?
Mira, soy feminista. He sido feminista toda mi vida, milité en el feminismo y publiqué durante veintitantos años artículos en los periódicos sobre esta corriente. Creo que una parte muy importante es la educación. Una mujer sólo se puede liberar si se educa. ¿Y cómo nos educamos? A través de los libros. La educación real, formal, solamente puede venir de los libros. Mi libro, además, es anticlerical. Porque creo que la Iglesia es la que retiene, la que no permite, el avance de la mujer. La tiene totalmente presa y condicionada. Porque posee una fuerza tremenda y hace que la conducta de la mujer sea pasiva y la mantiene encadenada a la servidumbre.
En su libro El amor me absolverá usted relata que estuvo ayudando a Fidel Castro y al Che Guevara a fraguar desde México la Revolución Cubana. Y dicen que el Che Guevara le gritó a usted para que dejara a Fidel Castro, ¿es cierto?
Sí, así es. El Che y yo nos peleábamos muchísimo. El Che es una figura histórica y todo mundo lo admira. Pero una cosa es el personaje histórico y otra cosa es vivir con la persona.
Debe haber sido una persona muy difícil...
No, bueno, sí. Era... era pedante, prepotente, odioso. Y como era el que más sabía de marxismo... llegaba y a todos los demás que estaban alrededor, chiquitos, jóvenes todos, estaban ahí por la causa...
¿Incluido Fidel?
No, bueno, Fidel... ése ya no se cocía al primer hervor. Pero Fidel lo admiraba. Él lo envolvía, porque, como sabía mucho de marxismo... aunque... no mucho... por eso nos peleábamos. Como yo estuve estudiando marxismo en la Universidad yo le discutía y entonces eso a él ¡lo sacaba de quicio! Porque cuando yo no estaba, él pontificaba enfrente de los demás y todos le decían sí, sí... y le aplaudían. Luego yo llegaba y le decía: no eso no es cierto, eso no es así, eso tú lo inventaste, de dónde sacaste eso... ¡uuuffhh! Entonces... eso no lo aguantaba, y además que yo era una mujer... porque él era.... ¡supermacho! Nos peleábamos horrible.
Pero, ¿él se oponía al matrimonio de usted y Fidel Castro?
Sí, sí se oponía. Porque él era el niño bonito y consentido, pero le hice sombra. Y Fidel estaba todo el tiempo con él y oye, ven, dime... Entonces, cuando yo llegué, Fidel lo hizo a un lado y me hacía más caso a mí. Le dieron unos celos mortales. Y le decía que yo era una niñita burguesa. Porque yo no era como la otras mujeres que estaban en el grupo, con esa tendencia a servir. Se fregaban igual, porque eran militantes, eran revolucionarias, hacían las mismas cosas, pero encima... ¡tenían que servir a todos esos hombres! Y le decía: No, yo no, ¿yo porqué? Y me contestaban que porque yo era mujer. ¿Y eso qué? , les respondía. ¿Entonces la condición física que tengo me hace que, además del trabajo que yo hago, haga además un plus? ¿No es por eso que estamos luchando? Por tener una igualdad y ser liberales.
¿Y no la veían con malos ojos las mismas mujeres?
¡No'mbre! Todo el mundo me veía horrible.
¿Y usted se iba a ir a Cuba con ellos?
Me iba a ir, sí, porque me iba a casar con Fidel. El otro día, por cierto, me dieron un libro de Fidel, de los últimos que ha publicado. Y donde dice: "Ella fue la única a la que yo le dije que me quería casar con ella... y ella me dijo que no".
Numero 27
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