El Dr. Enrique Florescano abrió una puerta azul y nos permitió acceder a una oficina clara, donde la luz entra desde ángulos diferentes, como si el sol se esmerara en crear una metáfora de su obra. Académico de gran renombre, que ha permanecido cercano a la gente, a las ideas del pueblo. Reconocido historiador y profundo crítico de la historia, se ha concentrado en la cultura y la historia mexicana y en su análisis.
Según tenemos noticia, ¿usted participa en las celebraciones del bicentenario y el centenario de la independencia y la revolución mexicanas respectivamente?
Soy Presidente Ejecutivo de la Comisión del Estado de Veracruz para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. También soy miembro del Consejo Asesor de la Comisión Nacional para las Conmemoraciones que coordina el Embajador Rafael Tovar y de Teresa.
Usted ha abordado a través de múltiples disciplinas la cuestión de la mexicanidad, ¿verdad?
La ruta que yo emprendí hace tiempo es el estudio de la memoria del pasado en pueblos que no adoptaron la escritura como su herramienta de comunicación fundamental. Los historiadores usan el texto, el libro, el códice, como los principales instrumentos en los que basan su interpretación del pasado. Pero hay estudiosos de la historia que han observado que muchos pueblos antiguos y contemporáneos no se comunican esencialmente por la escritura, sino de manera oral. He confirmado que en estos pueblos la tradición oral es más importante para la intercomunicación cotidiana, pero también para reconstruir la memoria del pasado. Los pueblos de América, Asia, o África tienen expertos en contar sus hazañas y sus orígenes en forma memoriosa. Son pueblos fabuladores de historias. Es una tradición que viene desde Homero, el primer gran recolector de la memoria oral, pero que puede verse en todos los pueblos que no han tomado a la escritura como su principal medio de comunicación. Este es el caso de las culturas antiguas de América y de México, llamadas precolombinas. Todas tienen el rasgo de haber adoptado formas de intercomunicación que no están fundamentadas en la escritura
En el año 2005, usted comentó para el periódico La Jornada, que en el gobierno prevalecía un desistimiento del uso de los símbolos patrios, ¿no es así?
En realidad yo me refería al gobierno de entonces, al de Vicente Fox, quien, con su mentalidad de empresario, convirtió el escudo nacional en un logotipo. Es decir, se violaron las normas establecidas para presentar y difundir el escudo nacional porque existe una ley relativa al uso y características de los símbolos patrios que debe ser observada por el Estado. A eso me refería en aquella declaración cuando hablé de la desafortunada imagen popularmente llamada "el águila mocha", del gobierno de Vicente Fox. Curiosamente a partir de ahí los medios y la gente comenzaron a hablar de "el águila mocha". Sin embargo, prácticamente el primer acto, la primera declaración de gobierno del presidente Felipe Calderón, fue restituir el escudo nacional y la utilización del mismo con los rasgos que la ley establece para su uso.
Frente al embate de lo que hoy conocemos como Globalización, ¿cree usted que los símbolos y conceptos de Nación y nacionalidad puedan ir diluyéndose?
El ser humano necesita lazos que lo arraiguen al lugar donde nació, al lugar donde pertenece. Con el tema de la globalidad más bien creo que estos lazos locales van a fortalecerse e incluso reafirmarse, como está sucediendo ahora en España, en donde existen manifestaciones terribles de afirmación de la identidad regional y nacional. Pero la globalidad es un hecho. Está aquí y llegó para quedarse. Veremos surgir nuevas formas de expresión de la identidad, del sentido de pertenencia y del concepto de nacionalidad, incluso en maneras que ahora no podemos anticipar.
En este momento de cambiante historia, ¿qué mensaje le enviaría usted a los educadores?
Es necesario revisar y cambiar el sistema de enseñanza de la historia, que es anticuado y antipedagógico. Urge reformar el sistema educativo en México. La determinación sobre qué enseñar, (los contenidos, los métodos pedagógicos y los sistemas de evaluación) debe recaer en los expertos y en las instancias especializadas en la educación.
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