Sara Sefchovich recibió a Club de Lectores en su casa, de estilo colonial, como ésas que hacen brillar las calles de Coyoacán. En ese ambiente vienen a la memoria los colores y paisajes de sus libros sobre viajes en otras tierras y en otros tiempos. Su espacio nos habla de la historia que ha nutrido la vida de la autora como ensayista y novelista, e irremisiblemente nos lleva a pensar en el gran público que la sigue entusiasta desde hace tiempo.
Usted es una escritora muy exitosa. ¿Podríamos decir que su público principal son las mujeres que están en el proceso de autodescubrimiento?
Pues el público ha sido muy generoso, no nos podemos quejar. Pero en realidad no escribo para mujeres que hacen esto o hacen lo otro. Escribo lo que me sale, lo que tengo para escribir y espero encontrar lectores a quienes eso le interese. Coincide que muchas de las lectoras de las novelas son mujeres. Pero en mis libros de ensayo no sucede eso. Es más bien como los personajes que encuentran al autor. Las novelas encuentran al lector al que le interesa, al que le gusta, quien encuentra algo que las novelas les dice. Mi único objetivo al escribir es mover el piso de la gente con lo que tengo para decir y con el modo que tengo para decirlo. Porque en realidad en México el verdadero problema es el modo. En el momento en que alguien encuentra un nicho de muchos lectores, inmediatamente los críticos brincan y dicen: ¡Ah, es que la literatura es de bajas calorías! No es ése el problema real, sino cómo cuentas las cosas. En mis ensayos, como en mis novelas, a mí me interesa que la gente entienda lo que estoy diciendo, que sea claro para el lector. Así redacto mis artículos en el periódico, así hago mis comentarios en el radio, así concibo mis ensayos académicos en la UNAM, y así escribo mis novelas. No es que esté pensando en un lector en específico. Lo que quiero es encontrar lectores. Buscarlos a través de mis libros y encontrarlos. Y hablar en un idioma en que nos entendamos ambos lados y que ellos me respondan. Porque lo más maravilloso para mí, de lo que ha pasado con mi trabajo como escritora- en todos los niveles, periodismo, academia y novelas- ha sido la respuesta de los lectores. No me dejaron ahí abandonada hablando sola, siempre me han respondido: para criticarme, para felicitarme, para completar información, para decirme "esto no sirve o aquello sí sirve". Pero siempre tengo esa respuesta. Y esa respuesta es lo que yo más he valorado y apreciado en este mundo de la escritura, que es un mundo muy solitario, muy encerrado. Y haber logrado esta respuesta es lo que me conecta con el mundo.
Y a propósito del mundo, a juzgar por sus libros, usted ha recorrido todo el mundo, ¿verdad?
No todo el mundo. Mucho de lo que he recorrido ha sido a través de los libros. Por ejemplo, nunca he estado en la India, y en mi novela La señora de los sueños hay un capítulo sobre la India, construido a base de lecturas y conversaciones con gente que sí ha ido. Obviamente no estuve en la España del siglo XVI, obviamente no estuve en Viena, en la época del emperador Ludwick, que es a quien cito. En cuanto a México, sí conozco bastante, pero no todo, ¡Nadie puede conocer todo! En realidad yo viajo a través de los libros. Todo lo que conozco, lo conozco más a través de los libros que de visitas físicas. En mi novela Vivir la Vida todo, absolutamente todo lo que sucede en ella, son cosas que ocurrieron y las encontré en las noticias, en la televisión, el periódico, en las revistas y en historias en la gente me contó. En La señora de los sueños, hay un capítulo sobre Cuba y Fidel Castro que está construido totalmente con los discursos de Fidel, no hay una palabra ahí que sea mía. Están ahí, discurso tras discurso, las palabras de Castro. Un día llegó un cubano y me dijo: -Y sí, chica, que eso es lo que nos decían. -Pues sí chico le contesté, si yo lo saqué de los discursos de Fidel. Me divierto mucho haciendo esas cosas, hablándoles a mis personajes, por ejemplo, como si fuera Gandhi el que les hablara. Pero yo no lo inventé. De mis lecturas porque mi vida es a través de la lectura yo sé lo que Gandhi le dijo a alguien y lo pongo igualito. Luego viene una amiga cuya familia, durante muchas generaciones ha sido dueña de los terrenos donde Gandhi puso su ashram y me dice: "Sí, así fue". Y le digo que yo me lo robé.
Sobre su formación como licenciada y maestra en Sociología y doctora en Historia, nos dice:
La sociología te da una mirada muy especial sobre la gente y la sociedad. Parece que estuvieras viendo la historia de una persona, a la cual le suceden muchas cosas. Pero no es una sola persona, es la sociedad a la que le están ocurriendo las cosas. Se pueden encarnar esos eventos en un personaje de ficción, pero en realidad se está escribiendo lo que uno ve. Por ejemplo, una mujer que, entre cuatro paredes, vive su vida queriendo siempre huir, aunque sea a través de los libros, no es la historia de una mujer, sino de miles de amas de casa que están un poco desesperadas por ese trabajo repetitivo, aburrido e incomprendido que es el de un ama de casa. "La personaja" de Demasiado amor, bueno, ¿cuántas mujeres caen en la prostitución porque de verdad tienen necesidad? ¡Y les pasan cosas terribles! De repente las golpean. De repente encuentran a un tipo muy amable. No es la historia de "mi personaja" Beatriz, son muchas historias encarnadas en ella. En Vivir la vida ya me fui a un extremo donde parecería que no hay nada más que una historia tras otra historia, porque son todas esas cosas que vas leyendo cotidianamente, desde la tontería de quien no puede caminar en una banqueta porque hay baches y coches subidos y basura, hasta la historia de las relaciones con los maridos, con las suegras... Eso es lo que me gusta hacer, al mismo tiempo, academia y ficción, construir todas esas historias a distintos niveles. Al final acaba siendo una sola mi rada sobre este país y sobre este mundo, pero cimentado en muchos niveles de conocimiento. Eso me agrada.
¿A qué le atribuye el hecho de que sus novelas sean seguidas principalmente por mujeres?
Creo que a partir de la década de 1980 comenzaron a aparecer novelas que tuvieron mucho éxito, escritas por mujeres y leídas en muy buena medida por mujeres. De repente hubo un nicho de gente interesada en lo que esta literatura le puede dar. Porque hubo muchas mujeres escritoras anteriores a esta especie de boom de las escritoras. Pero quizá no les daban lo que ellas querían, quizá no era el tono en que ellas lo querían o quizá no hubo forma de que las conocieran porque no se distribuyeron... Es la manera de explicarlo sociológicamente. No sé si eso siga funcionando, porque creo que ya se abusó muchísimo del patrón "la mujer que se reevalúa", "la mujer que deja de ser víctima". Ya tampoco estoy pensando en eso cuando escribo. Por ejemplo, en mi libro La suerte de la consorte apuntaba más a decirles a las mujeres: "Así ha sido la historia de México y así ha sido la vida de las mujeres en diferentes momentos de la historia". Porque aunque voy tomando una por una de las esposas de los presidentes, ellas representan lo que era la vida en cada momento. Pero veo que a la gente no nada más le interesa la ficción, sino también la historia de México. Ahora estoy completamente en otro nicho, haciendo ensayos que tienen que ver no sólo con mujeres, sino con la cultura política del país. Mi próximo libro tiene que ver con eso.
Sobre la literatura nos dice:
Lo maravilloso de la literatura es que te permite ir cambiando. Reinventando. Reinventar tus preocupaciones, tus miedos, tus deseos, tus estudios sobre este país, sobre el mundo... ¡Todos los días puedes construir algo nuevo! Es maravilloso por eso leer y maravilloso ponerse a escribir.
Numero 23
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