Alberto Ruy Sánchez Los libros: extensiones hacia nuestro interior
Por Susana Garduño
El edificio en que se aloja la editorial Artes de México es un núcleo de sol, atraído por sus cristales, metales y piedra pulida hasta el filo del destello. Al subir sus escaleras, ya nos envuelve la metáfora del México ecléctico, colonial, indígena y posmoderno. En medio de esta bruma de tiempos sale a nuestro encuentro el doctor Alberto Ruy Sánchez, autor de Los Jardines secretos de Mogador y de una serie de novelas que están grabadas con el cincel del asombro en el muro del deseo.
¿Qué es el asombro?
El asombro es una dimensión de la vida que no tienen por qué negarnos. Nos quieren hacer pensar que lo importante es acumular conocimientos, cuando lo más importante es estar capacitados para reconocer el asombro, utilizarlo creativamente y saber compartirlo con los demás. El asombro para mí se definió en Marruecos, cuando hace muchos años, en el desierto, en un transporte público, de pronto, a lo lejos aparece una especie de bosquecito de arbustos y es muy curioso, porque no hay plantas en el desierto. Hay piedras en esa parte del desierto de África. Ellos no tienen cactus como nosotros. Estos árboles se llaman arganos. Es un árbol que nunca crece más de dos metros, o dos metros y medio. Pero tiene raíces de veinte metros de profundidad y puede ser verde donde no hay nada. Desde la distancia, se veían unas manchas negras encima de estos árboles. Le dije a mi esposa: "Mira, parece que está lleno de zopilotes, debe de haber una vaca muerta por ahí". Entonces, ella, que siempre tiene razón, me dijo: "No creo que sea una vaca, porque aquí no hay vacas, será un camello". Nos fuimos acercando y esas manchas tenían cuatro patas. ¡Más misterio aún! Nos acercamos más y vimos que eran cabras encima de los árboles. El bosquecito estaba lleno de cabras. Y el pastor que las cuidaba, miraba hacia arriba en lugar de ver hacia abajo. Entonces, con el asombro y el entusiasmo que se podía derivar de eso, le comenté a mi esposa -Bueno, esto es maravilloso -estábamos muy entusiasmados y le dije al marroquí que estaba a mi lado. -¿Ya viste allá?-¿Pues qué hay allá? -Mira al fondo. -Ah, sí el argano. Es un árbol que sólo crece en Marruecos, muy importante, etc. E insistí: -No, no los árboles, ¡las cabras! -¿Qué tienen las cabras? -¡Pues están encima de los árboles! -¿Qué tiene? Las cabras siempre están encima de los árboles. Es decir que allá, las cabras siempre están encima de los árboles, pero para nosotros es magia. Entonces me di cuenta de que parte de mi labor de poeta era señalar con la poesía que lo que para unos puede ser cosa de todos los días, para otros puede ser excepcional. Y que parte de la labor en la vida es encontrar las cabras encima de los árboles de mi trabajo, de mi país, de mi vida cotidiana, de mi vida con mi mujer, de mi vida sensual y erótica. Eso es el asombro.
¿Qué significa Mogador?
Mogador es una palabra sobre cuyo origen no se ponen de acuerdo los historiadores. Pero ese nombre comenzó a circular en el siglo primero. En los primeros mapas del Mediterráneo que incluyen la costa del Atlántico, Mogador ya aparece en el mapa. En Mogador, Orson Wells filmó Otelo en la década de 1950. Liam Neeson filmó en 2005 una película sobre las Cruzadas. Ha sido escenario del cine y la literatura durante mucho tiempo.
¿Es una ciudad mítica?
Cualquier lugar real, en el momento en que ingresa en la literatura, se convierte en un lugar imaginario. La colonia Roma, que existe porque estamos aquí, en esta entrevista, desde el momento en que entra en la literatura, se convierte en una ciudad mítica, Las batallas del desierto, de José Emilio Pacheco, hacen de la colonia Roma una colonia mítica. Uno de los libros más maravillosos que hay sobre el tema se llama El diccionario de los lugares imaginarios de Alberto Manguel, que en español tiene el nombre de Guía de lugares imaginarios. Ahí incluye a Mogador, citando mis libros, por supuesto.
¿Por qué sus novelas se desarrollan en Mogador?
Porque es una ciudad maravillosa. Posee algo extraordinario que le permite a uno desarrollar la imaginación y el deseo. Tiene que ver el hecho de que esta ciudad fue producto del deseo de una persona, de un sultán, que quiso hacer una ciudad utópica. En mi libro Los jardines secretos de Mogador trato de explorar esos lugares que la gente ha transformado hasta el grado que se convierten en su paraíso. Por ejemplo, un jardín, si lo cuidas realmente y haces algo excepcional, arreglado, pensado, deseado, deseado, deseado... se convierte en tu paraíso. La idea es que la persona que amas, si la cuidas, la cultivas, es tu paraíso todos los días. Que todos los días lo ganas y todos los días lo pierdes. La ciudad de Mogador es el producto del deseo de un sultán, que quiso hacer un puerto en el que -siendo él árabe- hubiera judíos, los que mejor hacían el comercio en esa época, el 80 por ciento de la población eran judíos e hicieron que en Mogador confluyeran las grandes rutas comerciales del Norte y centro de Europa, el Norte de África y las caravanas que atravesaban el Sahara. Hizo que en esa misma población hubiera tres grupos étnicos negros, dos grupos blancos, que incluían a los judíos y los bereberes, las tribus más antiguas del Norte de África antes de que llegaran los árabes. Y que hubiera árabes también. Entonces, Mogador es el producto del deseo de alguien que quiso que ahí hubiera un mestizaje muy profundo, que fuera un centro de comercio importante y hubiera representaciones diplomáticas de todos los países. De hecho, el primer consulado de Estados Unidos se estableció en Mogador, porque Marruecos fue el primer país que reconoció su independencia. Es, entonces, un lugar en donde confluyeron los deseos de muchas personas, creando un sitio de belleza excepcional. La gente es muy bella, con todas estas mezclas. También es muy rítmica. Incluso hay una combinación de religiones animistas africanas con el Islamismo. Se llama gnawa. Tienen un arte y una música bellísima que se mezcla actualmente con el jazz -hay un festival anual de música gnawa. Se puede llegar a Mogador por tierra o por mar. Cuando se llega por tierra, al pasar la primera puerta, hay una inscripción en árabe que dice: Bienvenidos, ésta es la ciudad del deseo, éste es el lugar donde tus deseos pueden ser realidad. ¿Cómo podía negarme a que fuera el escenario de mis novelas? Cuando llegué empecé a tomar nota sobre lo que la ciudad me decía. Qué mensajes me daba de acuerdo a mis inquietudes. ¿Cómo se comportan las mujeres? ¿Cómo se comportan los hombres? ¿Qué hace la gente con sus deseos? Y fui acumulando los deseos según temas. En Los nombres del aire hablo del deseo femenino, en Los labios del agua del deseo masculino en Los jardines secretos de Mogador o Voces de tierra, de la posibilidad de crear un paraíso y en el cuarto libro, que se va a llamar Las manos del fuego, hablo de ese esfuerzo por tocar la última realidad del amor, que a veces es difícil de expresar. Es decir, hablo de cómo el amor nos quema, nos consume, acabándonos o haciéndonos convertir en otros. Después hay un acompañamiento que se llama Nueve veces el asombro, que habla de la naturaleza de Mogador y del deseo.
¿Cómo definiría el género al que pertenecen sus novelas?
Me costaba trabajo encontrar un término porque no son poemas en prosa, no son breves, sino que es una narración de largo aliento pero con una intensidad poética. Entonces, como está hecho de intensidades, lo llamé prosa de intensidades.
¿Para quiénes escribe?
No puedo tener una imagen precisa del lector. Pero el tiempo me ha enseñado que mis libros son muy aceptados por mujeres. En gran parte porque he tratado de prestar atención a la naturaleza del deseo femenino pero también porque la mujer es mucho más sensible a lo que proviene de todos los sentidos. Mientras el hombre está muy orientado hacia el sentido de las palabras, la mujer es mucho más completa en su cultura, en su sensibilidad. Pero hay muchos hombres sensibles también al conjunto de posibilidades del cuerpo humano. Entonces, más que nada son lectores que estén disponibles a que se abra en ellos una sensibilidad que se ocupe de todos sus sentidos.
¿Y si enviara un mensaje a sus lectores, qué les diría?
El consejo mayor que se puede esperar de un escritor o de un maestro es lo que dijo José Lezama Lima el poeta cubano, cuando le preguntaron, ¿qué es lo que más admira en un escritor? Y respondió: Que cuando despierte sea como un recién nacido. Pero cuando se acueste en la noche sea como si tuviera ya mil años. Es decir que adquiera en el día mucha experiencia. Que le guste la granada que nunca ha probado y la guayaba que come todos los días. Que se acerque a las cosas por apetito y se aleje por repugnancia. A los maestros les diría que sepan descubrir y comunicar esta actitud.
¿Qué papel le confiere a los libros en la sociedad actual?
Yo pienso que los libros tienen el papel más importante entre todos los instrumentos con que contamos para la continuidad de nuestra civilización, porque el libro es lo único que abre en el humano las dimensiones que nos hacen diferentes de los animales. No son los instrumentos. Son algo más que instrumentos. Porque los instrumentos son extensiones de nuestro cuerpo hacia fuera y los libros son extensiones de nuestro cuerpo hacia fuera y hacia adentro de nosotros mismos. Son los grandes instrumentos de lo posible, por lo tanto de la imaginación creativa. Sin libros no se demuestra que lo más rico de un país es su cultura. Lo mejor de México no es nuestra posibilidad de tener petróleo, o comercio con China o con Estados Unidos. Lo mejor de México es nuestra cultura. Es de lo que más nos podemos sentir orgullosos y lo que más vale porque nos hace ser distintos.
Numero 20
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