No imagino un mundo sin libros

| POR Susana Garduño
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Le agradecemos mucho la gentileza que ha tenido al recibir en su hogar a Club de Lectores.
Lo que están haciendo en Club de lectores me parece fundamental. Sigo mucho sus actividades y su publicación, porque así como hay club de fans de artistas y de todo... la sola idea de tener un club de lectores es como unir un gusto, un placer y hacer que otros se unan a ese grupo de gente que ha reconocido en el libro uno de los hallazgos, una de las aportaciones al mundo de toda la historia, que es la capacidad de transformar sucesos convirtiéndolos en literatura. Creo que es lo mejor que ha podido sucedernos. Que además exista un club que promueva y difunda el trabajo de los escritores y las escritoras, y de los libros... es la mejor idea que pueda haber. Lo celebro mucho, en verdad.

Usted ha sido una persona comprometida con un periodismo que refleja las inquietudes más apremiantes de la sociedad, ¿cómo inicia esta incursión en la literatura que culmina en la novela No me olvides?

Hace más o menos cinco años decidí... como se dice por ahí "dejarlo todo" para escribir. Porque escribir es eso, abandonar todo lo de afuera para meterse dentro de uno mismo y empezar a reconocer, identificar, a trabajar e investigar; primero tus propias inquietudes para poder transformarlas en palabras y en un texto escrito.
Yo estaba afuera... en la televisión... en la radio... y de repente decidí que había que entrar de lleno a la escritura, lo cual era una especie de pendiente para mí. Porque empecé a escribir muy chica pero como un pasatiempo, no le daba mucha importancia. Estaba consciente de que ahí había algo maravilloso que me transformaba... pero no lo tuve claro hasta muchísimo tiempo después.
Entonces la escritura es como un regalo que decidí hacerme a mí misma. Un tiempo de reflexión ¡Detuve el mundo! El mundo en el que yo he vivido siempre, con el acelere de la televisión y la radio. Donde todo sucede muy rápido, pero también se olvida muy rápido. La escritura no... la escritura requiere un tiempo de reflexión y de profundización.
Me di ese tiempo y hace cinco años publiqué mi primera novela, Sobrevivientes; y después viene un segundo libro, el de entrevista a mujeres escritoras: Mujeres de palabra, en el cual hice un alto después de mi primera novela, porque pasar del micrófono a la palabra escrita me planteó muchísimas preguntas, inquietudes, placer y dolor. Quería saber, a través de otras escritoras, si estaban viviendo lo mismo que yo, cómo lo vivían y cómo lo resolvían. Me di cuenta, gracias a ellas, de muchas coincidencias y de otros trabajos que deben hacerse para lograrlo.
En No me olvides, está presente uno de los grandes pendientes en mi vida, por mi historia personal. En el 68 estaba casada y... mi... ¡el tipo ese con el que me casé!, me encerró tres años. Solamente podía salir con él. Estaba encerrada con llave. No podía salir a ningún lado. De los 16 a los 19 estuve así. Entonces, el 68 ocurrió afuera. Yo vivía mi propio 68 dentro de mi casa. Y para mí era una necesidad el regresar a ese tiempo a través de Alejandra, -la protagonista- que también regresa de un internado y comienza a aproximarse al 68 a través de los sucesos a su alrededor.
Su padre es un general, que además es un torturador, como los hubo y los hay en todas partes del mundo. Y estudiantes y otros jóvenes, como ella, comienzan a platicarle lo que es el 68. Es un libro que hago para esa Alejandra que yo llevo dentro, quien hubiera querido vivir ese momento y no lo pudo vivir por las circunstancias que la rodearon. Por otro lado, también lo hago por mi necesidad de acercar a los jóvenes, a los que ahora tienen 18 a 30 años, que no vivieron el 68, porque esto sucedió hace 38 años, hace muy poco y sin embargo hace mucho. Recuperar para ellos esa historia que aún no ha sido contada.
Se dice que se ha hablado mucho del 68. Pero la verdad es que la información ha salido a cuentagotas. La historia oficial y la censura siempre la limitaron. Por eso creo que es una historia que falta relatar. Hay muchos testimonios de gente que la vivió. No solamente como obras literarias, también hay películas. Creo que es muy importante que la gente empiece a contar qué le pasó a ella en el 68, ¿dónde estaban?
Es muy curioso. Cuando comencé a escribir la novela mucha gente empezó a contarme sus historias. "Yo estuve en Lecumberri..." "A mí me metieron al pocito..." "Mi papá era un estudiante del Poli y le hicieron esto..." Esta novela recupera muchos hechos de ese tipo. Todo lo que cuento del 68 sucedió. Los personajes son Echeverría... Díaz Ordaz... Gutiérrez Oropeza... ahí están los responsables, no nada más de la masacre, sino de muchas muertes, violencia y desaparecidos de esa época. La novela comienza a inicios del 68 y termina dos días después de la masacre del 2 de octubre.

¿De ahí el título: No me olvides?

Lorenzo Meyer, que estuvo en una de las presentaciones del libro, dijo algo que yo recupero y apoyo. Dijo que la mejor manera de recuperar la historia es a través de la ficción, de la novela; porque muchas veces los ensayos e investigaciones no llegan al gran público. Esta novela intenta eso: devolverle a la gente esos hechos que son de todos.
Creo que los libros dan perspectivas, explicaciones muy diversas sobre acontecimientos que han sido recortados, violentados, censurados, limitados. El Estado autoritario ha intentado, una y otra vez, que las olvidemos. Por eso "2 de Octubre no se olvida" y de ahí el nombre del libro.
Por cierto, cuando se publicó el libro me di cuenta de que está la obra de la mamá de Poniatowska, que se llama como la flor: Nomeolvides. Bueno, yo planteé nombres distintos, pero los editores decidieron; tal vez debimos detenernos a analizar el nombre... pero bueno, sabemos que son cosas diferentes, uno se refiere a la flor... se escriben distinto. En resumen, ahora está aquí el libro y con mi más enorme cariño hacia Elena Poniatowska, porque la suya es una de las obras en las que abrevo para poder escribir este libro y le envío un abrazo enorme y entrañable.

En cierta forma, este título, No me olvides, podría ser un título que erizara la piel por todo lo que invoca. ¿No es así?

Cuando vi el libro, y vi el título, No me olvides, a mí también me impresionó. Porque es en presente. Es No me olvides ahorita. Porque lo más grave que podríamos hacer frente a hechos como los del 68, o Acteal, o Oaxaca, o Chiapas, o la guerra sucia, etc., todas las agresiones que han sufrido México y los mexicanos, tendría que ver con olvidar. Y todavía más grave sería olvidar que lo olvidamos. Por eso es hoy no me olvides, mañana no me olvides, no podemos olvidar los agravios, porque si los olvidamos, estamos cancelando la historia y la explicación de por qué estamos donde estamos.

¿Qué papel considera que le corresponde al libro en este proceso de no olvidar?

Ya que los archivos son de los gobiernos, ya que la ley de transparencia no acaba de existir, ya que la democracia no acaba de llegar a este país (y nos está costando tanto a los mexicanos), creo que los libros son esa posibilidad -no censurada- que tenemos de profundizar sobre muy diversos temas que no han sido suficientemente explorados y explicados. Ni por la prensa -pues ahora vemos que la prensa obedece también a líneas editoriales dictadas por los intereses de sus dueños- y creo que los libros tienen esa libertad.
Puedo decir que nunca en la vida me había sentido más libre. Yo, que toda la vida me ando escapando, como lo hice en las 68 o 69 de esa casa del tipo que me tenía encerrada, me escapé por una ventana. Pero encontré al escribir un libro esa libertad que yo siempre he estado buscando. Libertad de pensamiento y de opinión; ésa que me ha obligado a no pertenecer a grupos porque no estoy de acuerdo con sus ideas; que me mantiene muy aislada y me hace pagar los costos por ella. En donde la encuentro, y creo que los lectores también pueden encontrarla, es en los libros.
En ellos nada te limita. Muy rápidamente un libro toma su lugar. La gente comienza a hablar de él y se empieza a recomendar. Entonces, desde que se están creando, los libros son independientes, tienen vida propia.
Por eso, puedo imaginarme un mundo sin muchas cosas: sin policías, sin políticos... Pero, ¿un mundo sin libros?.. ¡No imagino un mundo sin libros!
De ahí que los padres de familia tendrían que abrir este mundo extraordinario, fantástico, de la lectura, a los niños, a través de muchos autores. A mí me parece maravilloso que ahora existan, en las librerías, las ludotecas, espacios para los niños, donde ellos se sientan en sillas y mesas pequeñitas -de su tamaño- y hay grandes libros ahí enfrente. Ellos los abren, los cierran y a veces, simplemente llegan y se ponen a leer. Antes no había eso. Antes los papás iban con los niños y les decían: no toques, no agarres, ¡no vayas a tirar!... Ahora no. Deberían llevar a los niños a esos espacios y sentarse con ellos para enseñarles qué hay adentro de un libro.
Y creo que nos vamos a llevar una gran sorpresa, porque solamente habrá que hacerlo una vez y ese niño regresará a los libros todas las veces. ¡Siempre! Será un lector de adulto y les enseñará a sus propios hijos cómo abrir, cómo tomar, cómo amar un libro.

Numero 19

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