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Por Susana Garduño


¿Cómo surge un escritor?


El escritor se inicia siempre de acuerdo con su sensibilidad. La sensibilidad no es exclusiva del escritor, sino que se comparte con todos los adolescentes, los jóvenes, las personas mayores, ¡con todo el mundo! Eso no es particular. Lo que sí es peculiar es que el escritor pueda transformar esa sensibilidad, ese sentimiento, esa relación con los demás y con el mundo en palabras.

La palabra es, sigue y seguirá siendo siempre la que sobrecoge, la que lleva en sí el temblor de la emoción. La emoción del escritor es la misma que todos sentimos. Así, por ejemplo, cuando una mirada toca la parte más sensible del espíritu de otra persona, solamente el que sabe transformarla en palabra y dejarla ahí, quizá para siempre, es el escritor.

Un amor, un odio, la ira, la belleza, en fin, todas las pasiones e ilusiones, están dentro del alma de todos; pero tenemos siempre la antena del escritor que sabe recoger a aquello y transformarlo en palabra. La palabra es lo que diferencia al escritor del que no lo es.


Ser escritor

Yo nunca me preocupo por saber si soy un buen escritor o un mal escritor, para mí es secundario. Lo importante en la vida es hacer lo que a uno le da la gana. A mí me dio la gana ser escritor y llegué a serlo, independientemente de que el desempeño de ese ofi cio sea o no sea válido o valioso. Para mí, lo que importa, es haber hecho lo que me dio la gana.


En el oficio de escribir, ¿la poesía es uno de los desempeños más difíciles?

Sí, porque la poesía es no sólo el que la palabra recoja el concepto que lleva en sí, sino que es algo más que eso. La palabra sigue siendo en sí misma, en cuanto poesía, el reducto de una emoción que se conserva en sí misma, por sí misma, y que no tiene relación con el mundo que la circunda. Paúl Valéry estableció la diferencia entre la prosa y la poesía. La prosa busca algo, camina hacia algo, conserva, dentro de su palabra, los objetos que ha recogido. Es como la marcha, como el caminar, como el 'ir hacia', tiene un fin, tiene un objeto.

Tiene una razón de ser fuera de sí misma. La poesía, aunque tenga esa misma relación, cuando está acabada, ya no busca nada. Es como la danza. Esta comparación entre marcha y danza es muy clara. Mientras la prosa 'va hacia', recoge algo, la poesía se recoge en sí misma, ésa es la auténtica, la verdadera poesía, que muchas veces, claro, se comunica con experiencias cotidianas eso la lleva a incorporar en su temblor interno la existencia del mundo; pero una vez escrita, vale por sí misma, en sí misma se corrige, se asusta, tiembla, se alegra o se entristece. La poesía es la forma superior del arte. Sin ella no podríamos vivir.

El arte

El arte tiene por objeto detener el tiempo. Una Venus de Milo no tiene tiempo. No está, ni estará, ni estuvo hecha en tal o cual siglo. Es una pieza que está fuera del tiempo. Una vez completada, la obra de arte pervive por encima de todo transcurrir. No transcurre, es, en sí misma, lo que debe ser: algo que está fuera del tiempo.

¿Qué opina del verso libre como la principal tendencia en la poesía moderna?

El verso libre es una forma que se impuso a partir de los años veinte, mediante la lucha que los surrealistas aplicaron a la poesía y, sobre todo, se apoya en la imagen, en la metáfora, más que en la emoción y la música de la palabra. En la poesía moderna, la que hacen los más jóvenes, se nota un amor por expresarse mediante metáforas, mediante la representación más o menos equívoca de las cosas a fin de que la imaginación vaya de un lado a otro, como una sonaja, y encuentre la belleza precisamente en el uso de esa forma metafórica de evocar el mundo. Es cierto que la poesía es, sobre todo, sonido.

La poesía es buen sonido. Es un reconocimiento de la belleza de la palabra, de la sílaba, de la letra, de las consonantes y las vocales que se cruzan en un concierto de frases. Ésa es la poesía clásica, la tradicional, la que viene a ser, tarde o temprano, dominante en la lucha por expresar los toques más íntimos del espíritu. La poesía sin medida; la poesía sin acertar lo que es un pie, lo que es una sílaba respecto de otra, si se apoya en otras formas, como la metáfora, entonces puede ser tan hermosa como la poesía clásica… Y lo es, ¿por qué no?

Entre un poema de Góngora y otro de un muchacho, por ejemplo, de José Hierro -poeta español que acaba de morir- hay una gran diferencia. No me refi ero a la calidad, sino que hay una diferencia expresiva. Y tan válida es la expresión de Góngora, uno de los más grandes poetas de la lengua, como la expresión de José Hierro.

Entre un verso de Sor Juana Inés de la Cruz (Esta tarde, mi bien cuando te hablaba…), en que está calculado sonido por sonido, y un verso suelto, digamos de Juan Bañuelos, para citar a un poeta distinguido, pues son tan válidos el uno como el otro.

Yo no soy reaccionario en el sentido de que la poesía debe estar siempre medida, siempre acentuada donde debe acentuarse, que es la poesía que yo hago. Sino que debe estar, desde luego, bien escrita, fácil de expresarse, contenida en aquello que precisamente quiere revivir o hacer que permanezca.

¿Siempre supo que iba a ser poeta?

No. Yo empecé a leer de muy niño. A los doce años leí los libros normales que lee un niño. Y empecé a pensar que podía ser un crítico literario. Porque, según yo, había leído ¡dizque tanto! a los doce, trece años, que pensé que podría ser crítico literario y, ya mucho después, a los dieciocho o diecinueve años, empecé por hacer un breve intento de poema. Hice varios, y después, vi que podía llegar a ser un escritor. Lo fui, lo soy y lo seré.

El autor que lo inspiró

Los primeros libros que me inspiraron fueron los de Amado Nervo. Es natural, porque Nervo, es el poeta que debe entregarse en manos de los jóvenes, de los niños o, por lo menos, de los adolescentes, para que empiecen a ver que cuanto ellos sienten está refl ejado ahí. Este poeta supo traer a la pluma el mundo interno del adolescente, del muchacho, del hombre ingenuo, del bueno, del enamorado, del que cree, no del que duda.

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